El Parkinson es una enfermedad neurológica que afecta principalmente al adulto. Es progresiva y lentamente degenerativa. Este trastorno afecta al movimiento, al control muscular y al equilibrio de la persona
Es el segundo trastorno degenerativo más común relacionado con la edad, por detrás del Alzheimer.
Afecta a alrededor del 3% de la población a los 65 años y hasta al 5% de la población de más de 85 años. La edad media de inicio son los 62 años. En un 10% de los casos los síntomas se manifiestan antes de los 40 años. Habitualmente aparece de repente, pero en el 10-25% de los pacientes existen antecedentes familiares.
El riesgo de desarrolla esta patología es 2 veces mayor en los hombres que en las mujeres. Aunque éstas experimentan una progresión de la enfermedad más rápida y su tasa de supervivencia es menor.
Los síntomas motores aparecen más tarde en las mujeres. Por el contrario, los pacientes masculinos muestran problemas posturales más graves.
La congelación de la marcha, que es la complicación motora más discapacitante, se desarrolla más tarde en el hombre, pero los hombres tienen mayor riesgo a desarrollar camptocormia (flexión anormal y severa del tronco al estar de pie o al caminar).
El Parkinson se caracteriza por el depósito de una proteína, la sinucleína, en el cerebro, y en ocasiones, en sus tejidos periféricos. De hecho, las investigaciones que se están llevando a cabo en estos momentos, tienen como objeto eliminar la concentración de esta proteína en el cerebro, por medio de una vacuna. Esta vía de investigación constituye el mayor reto científico relacionado con este trastorno, ya que se considera puede retrasar o frenar el avance de la enfermedad.
Síntomas:
La característica principal de la enfermedad son los problemas de movilidad, causados por la disminución de la dopamina. Aunque los síntomas de esta enfermedad son muy variados. De ahí que se diga que es una enfermedad con una “sintomatología heterogénea”.
Los síntomas pueden ser motores, como los característicos temblores en los brazos o la lentitud de movimientos. Otro de los síntomas motores habituales es la inestabilidad postural, se alteran los reflejos posturales y se acostumbra a caminar inclinado hacia delante de hombros y cabeza. Esto suele causar caídas en los pacientes.
También hay síntomas no motores, como los problemas del sueño, de la memoria, la depresión, la incapacidad de experimentar placer, la pérdida de interés o satisfacción y/o alucinaciones. Dentro de las dificultades fisiológicas son habituales los problemas de estreñimiento o en la micción.
La alteración del olfato es otro síntoma característico. Sin embargo, no se suele relacionar con los temblores por lo que es difícil de detectar. A lo largo de la enfermedad, más del 50% de los pacientes sufren también demencia.
En relación con los característicos temblores, es conveniente saber diferenciar los temblores asociados con el Parkinson, con los asociados a la edad avanzada. Estos últimos empeoran al realizar otras actividades, como peinarse o sujetar una cuchara. Sin embargo, en la enfermedad del Parkinson los temblores se alivian al realizar actividades. Además, los temblores asociados al trastorno que nos ocupa van acompañados de lentitud y torpeza de movimientos.
A veces, para distinguir si los temblores están relacionados con el Parkinson, hay que realizar un scanner, que determinará si los niveles de dopamina se han reducido, confirmando así el diagnóstico. Ya que en los temblores del anciano esta disminución no se aprecia.
Causas de origen de la enfermedad:
Se desconocen las causas de origen de la Enfermedad de Parkinson, aunque existen casos claramente familiares (entre el 10 y 25% de los pacientes disponen de antecedentes familiares), la mayoría de los casos se presentan de repente. Vivir en un entorno rural, haber tenido contacto con fertilizantes y pesticidas o beber agua del pozo son factores ambientales que pueden influir en la aparición de la enfermedad. A su vez, llevar un estilo de vida saludable puede ayudar a evitarla.
Tratamiento de la Enfermedad de Parkinson:
Respecto al tratamiento médico del Parkinson, éste busca un control de los síntomas motores y de los no motores. El objetivo es aumentar los niveles de dopamina. Por este motivo, podríamos pensar en administrarla desde el inicio, pero el problema es que el tratamiento con Dopamina deja de tener efecto en poco tiempo, por lo que se intenta dar únicamente en pacientes en fases avanzadas de la enfermedad, o en pacientes de edad avanzada que no tendrán tiempo de perder el efecto del tratamiento. Se administra levodopa y no dopamina directamente. Además, también se suministran tratamientos complementarios que permiten reducir la dosis de dopamina.
El fármaco Levodopa se reserva para fases avanzadas o pacientes mayores, para no gastar todo su efecto en fases iniciales de la enfermedad, ya que deja de hacer efecto muy rápidamente. Éste mejora la calidad y expectativa de vida, sin embargo, causa bastantes altibajos en el estado de ánimo, existen momentos de bajón en los que el paciente se encuentra muy apagado y también se puede encontrar con momentos en los que ocurre todo lo contrario, hasta que se estabiliza. Con el tiempo, esta situación se da cada vez más, por lo que se les comienza a medicar vía intestinal.
Por lo tanto, en las fases iniciales de la enfermedad, estos medicamentos se administran por vía oral. Cuando la enfermedad avanza se pueden administrar por vía subcutánea e incluso por la vía intestinal.
Cuando estos tratamientos ya no son efectivos, hay tratamientos quirúrgicos, como la estimulación cerebral profunda.
Este tratamiento supone la implantación de unos electrodos en el cerebro que están conectados a un estimulador eléctrico. Se meten dos electrodos en cada hemisferio cerebral, justo en el núcleo que está implicado en el circuito de la generación del movimiento, restaurando el movimiento casi hasta la normalidad.
Este tratamiento, más agresivo, por ser quirúrgico, solo debe utilizarse cuando el tratamiento con medicamentos ya no es efectivo.
Existen terapias complementarias que también son muy importantes para que el tratamiento sea global. Como la rehabilitación, la fisioterapia o la logopedia.
Como hemos dicho antes, en este momento existen varias vías de investigación para retrasar el avance de la enfermedad. Estas vías se centran en desarrollar una vacuna para eliminar los depósitos de la sinucleína (anti sinucleína) en el cerebro.